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Para morir del miedo

Sí, resulta muy divertido asustar a alguien, oírlo gritar y verle la cara que pone. Pero aunque sea muy divertido, es conveniente recordar que los sustos provocan reacciones que alteran el organismo.

Sí, resulta muy divertido asustar a alguien, oírlo gritar y verle la cara que pone.

Pero aunque sea muy divertido, es conveniente recordar que los sustos provocan reacciones que alteran el organismo y pueden ser de consecuencias muy serias, y en el caso de los niños, les causan impresiones que por su edad no pueden procesar, de ahí el origen de muchos miedos infantiles.

“El susto es una emoción no placentera que señala miedo ante una sorpresa o situación inesperada, casi siempre está asociada a daño, coraje, amenaza o terror”, indica la psiquiatra Adelina Alcorta Garza.

Es una reacción de angustia ante lo desconocido, una manifestación de la mente para expresar estímulos que la persona no se puede explicar, añade la psicóloga Graciela Medina Aguilar.

Lo destacable es que el susto, además de impactar en las funciones psicológicas, repercute en las fisiológicas.

“La glándula suprarrenal libera hormonas corticales que producen estrés en la persona. “En conscuencia, se liberan ciertas sustancias, como la epinefrina y norepinefrina, que incrementan la frecuencia cardiaca y la presión sanguínea”, explica Alcorta.

Aunque el miedo que se siente ante un susto puede desaparecer, la alteración cambia la bioquímica de la persona. Esto sucede porque la memoria registra fácilmente las emociones fuertes.

Cuando la emoción por la experiencia vivida es evocada, aumenta el nivel de ansiedad al que el cuerpo está habitualmente acostumbrado, comparte la especialista.

En caso de que las reacciones de susto o miedo extremo sean muy fuertes, con el tiempo pueden derivar en diversos trastornos de ansiedad crónica, incluso de ansiedad postraumática.

“El cuerpo presenta indicadores fisiológicos como una alerta ante el estímulo desconocido”, puntualiza.

La boca se reseca, los músculos de espalda y abdomen se tensan, las manos sudan y la piel se enchina“, comenta Medina. Incluso, si la persona tiene alguna predisposición fisiopatológica, un susto puede ocasionarle un infarto.

“No es un factor determinante, ni la única causa, pero puede ser un elemento desencadenante”, indica.

El estrés fisiológico que produce un susto somete al organismo a un gran esfuerzo que obliga al corazón a requerir mayor gasto de oxígeno, lo que puede causar lesiones en el músculo cardiaco, sobre todo si hay falta de irrigación sanguínea.

Siendo las arritmias las lesiones cardiacas más comunes, que hacen que los latidos del corazón pierden sincronía, comenta la psiquiatra.

“En este estado, el corazón puede fibrilar y ser cada vez más ineficiente en el bombeo de la sangre, llevando a otros síntomas como congestión pulmonar, edema pulmonar, edema periférico y mayor sufrimiento de la persona para movilizarse y respirar”, manifiesta Alcorta.

Ante un susto, el estrés emocional se considera un disparador de factores genéticos heredados a diferentes enfermedades, especialmente la diabética, afirma.

“Los sustos se encuentran entre los factores precipitantes o agravantes para el inicio de la diabetes, ya que estimulan el páncreas, órgano que asienta las células productores de insulina y coenzimas necesarias para el metabolismo de la glucosa”, señala la especialista, aun cuando los expertos en diabetes descartan esta posibilidad.

Cada persona manifiesta el susto de diferente manera, algunas sienten tanta impresión, que sólo es posible sacarlas de su estado emocional con una sacudida o zarandeo que rompa el estímulo, agrega Medina.

Cuidado con tus hijos

Desde el punto de vista psicológico, el lenguaje desempeña un papel fundamental en este apartado, ya que al ser la principal herramienta de comunicación que permite transmitir pensamientos, ideas y creencias, ayuda a procesar la información para darle sentido a lo desconocido.

“Cuando hablamos podemos expresarnos y tener acceso a explicaciones que disminuyen la ansiedad y el susto”, manifiesta Medina. De lo contrario, la persona sufre mayor ansiedad.

Esto sucede particularmente en los niños pequeños, sobre todo cuando se exponen a personajes que para ellos son diferentes de los demás.

Por ejemplo, botargas, payasos, figuras con expresiones grotescas, mimos, danzantes, que rompen con la imagen humana que han formado en su cabeza, dice la psicóloga.

También las pesadillas los alteran emocionalmente, en especial cuando su mente recrea ciertos personajes que relacionan con el miedo.

El sueño toma elementos que el niño percibió durante el día y en la noche lo manifiesta con pesadillas o terror nocturno, que incrementan cuando el pequeño está expuesto a explicaciones mágicas o fantásticas que su mente no alcanza a procesar”, expresa Medina.

Cuando el grado de ansiedad es constante puede generar una neurosis infantil, que se expresa a través de fobias o signos tales como morderse las uñas, mostrarse ansioso, bajar el rendimiento académico, pánico escénico, miedo a la oscuridad y a dormir solo.

Otros fenómenos naturales, como los relámpagos, truenos, lluvia y animales, también asustan tanto a chicos como a grandes porque los relacionan con agresión o daño, señala la especialista.

El rol del adulto es importante para ayudar a los niños a encontrarle una explicación a lo desconocido.

“El susto, temor o fobia es una alerta que establece el ser humano para autoprotegerse ante lo desconocido”, explica, “pero habrá que tener cuidado del grado de ansiedad que pueda ocasionar”, añade la psiquiatra.

Fuente: Adelina Alcorta Garza y Graciela Medina Aguilar.

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