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No seas ingenua, Nunca cambiará

No seas ingenua, Nunca cambiaráDos amigas están sentadas en una colina contemplando de noche el cielo estrellado, cuando pasa una estrella fugaz y una le dice a la otra que pida un deseo. “Quiero que mañana aparezca el hombre de mi vida, un hombre encantador, atractivo, divertido, alto, fuerte, pura pasión en el amor y a la vez lleno de ternura, inteligente, con sentido del humor, con mucho dinero pero desprendido y generoso, sensible, educado, atento, afectivo, sexy…” La amiga la interrumpe y exclama: “Oye guapa, te he dicho que pidas un deseo, no un milagro“.

Algunas mujeres ponen el listón muy alto, tan alto que nunca encuentran ese mirlo blanco. Pero otras hacen algo más peligroso y es poner a su lado hombres con defectos muy marcados, a los que unen sus vidas e hipotecan su existencia, con la esperanza de lograr transformarles. “Yo pensé que podría cambiarlo” es algo que a veces oímos a mujeres maltratadas e infelices. ¡Como si fuese fácil cambiar a un hombre celoso, desconfiado, violento, frío, duro o con reacciones explosivas!. Esos son rasgos de carácter que conforman una personalidad.

La personalidad es como una figura de barro que sólo se puede esculpir mientras está fresco y húmedo, cuando se seca, la forma ya no puede cambiarse. Resulta muy difícil pasados los treinta años variar significativamente un rasgo de personalidad, por eso en mi pueblo se dice aquello de “el que nace cerdo se muere cochino”. Y eso es verdad, aunque también es cierto aquello de “tiran más dos tetas que dos carretas”.

La ingenuidad es a veces nefasta. No creo que convenga aceptar a alguien con la falsa esperanza de cambiarle. Lo asumes y lo aceptas o lo rechazas y lo dejas.

Fuente: elmundo.es

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