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Obesidad

La obesidad puede definirse como el incremento del peso corporal por encima de un 15% del valor considerado normal.

La obesidad puede definirse como el incremento del peso corporal por encima de un 15% del valor considerado normal, debido a un aumento de la grasa corporal. El parámetro objetivo que permite definir la existencia de obesidad es el Indice de Masa Corporal (IMC), que es el peso en kilogramos dividido entre la talla en metros al cuadrado.

El IMC de una persona que pesa 80 kilos y mide 1.78 metros sería el siguiente: 80/1.782= 25.2 kilos por metro cuadrado. Aplicando esta fórmula para individuos mayores de 25 años, padecería obesidad quien tuviera un IMC similar o mayor a 30 kilogramos por metro cuadrado.

No es, como puede comprobarse, el caso del ejemplo propuesto más arriba. El IMC sirve también para clasificar los grados de obesidad: en torno a 30-40 kilogramos por metro cuadrado es obesidad moderada y un IMC mayor a 40 kilogramos por metro cuadrado significa obesidad extrema.

Desde el punto de vista de la morbilidad (mayor riesgo de enfermedad) y mortalidad, las personas con IMC superior a 30 presentan un mayor riesgo de padecer diabetes (el exceso de peso provoca una resistencia ante la insulina y puede producirse, por tanto, una intolerancia hidrocarbonada, aunque no todos los obesos son diabéticos y viceversa), hipertensión arterial (al aumentar la masa corporal, el corazón debe bombear más sangre, por lo cual se produce un incremento en los valores de presión arterial), hiperuricemia y gota (la sobreingesta de alimentos ricos en proteínas provoca un aumento en la síntesis de ácido úrico, más aún si existe intolerancia a la glucosa).

Colelitiasis, hiperlipemia (niveles altos de colesterol y triglicéridos en sangre, asociados a otros factores de riesgo y no sólo a la obesidad), enfermedades respiratorias (apnea, ronquidos), problemas digestivos, problemas en la deambulación, artrosis en cadera y rodillas (coxartrosis y gonartrosis), problemas psicológicos y sociales (debido a los patrones de belleza actuales y al rechazo generalizado de la obesidad en la sociedad) y enfermedades cardiovasculares.

A la hora de considerar el riesgo cardiovascular no sólo es importante el IMC, sino también la distribución de la grasa en el organismo. Está demostrado que la distribución abdominal de la grasa es un marcador del riesgo cardiovascular mas sensible que el propio IMC. Una relación o índice cintura/cadera (medidos primero a nivel umbilical y después la cadera) superior a 0.95 cm en el varón y a 0.80 cm en la mujer se asocia con un aumento en el riesgo cardiovascular y de diabetes mellitus.

Las causas más comunes de obesidad son la sobreingesta de alimentos y energía, y en menor proporción los trastornos endocrino metabólicos (enfermedad de Cushing, Hipotiroidismo), trastornos psicológicos (bulimia nerviosa), la yatrogenia (ligada al consumo de medicamentos como los corticoides), y en obesidades extremas, los factores genéticos.

Una de las tareas que quedan por desarrollar es la preventiva. Son recomendaciones que se deben hacer a la población general desde las escuelas, medios de comunicación e instituciones sanitarias. Abarcan toda una serie de indicaciones que deberían ser asumidas por la población: disminución del consumo de grasas saturadas, aumento en el consumo de fibra, moderación en la ingesta de azúcar, alcohol y sal, etc.).

El segundo planteamiento deberá ser realizado a nivel individual, teniendo presente que la obesidad es una enfermedad crónica y que debe ser tratada como tal. Para el éxito del tratamiento, dependiendo de cada caso, puede ser necesario contar con la colaboración del médico de familia, dietista, especialista en endocrinología, psicólogos, etc., pero es preciso señalar de forma inequívoca que el tratamiento inicial de la obesidad deberá correr a cargo del médico de familia y de un dietista.

No hay un tratamiento único para la obesidad, lo que refleja la dificultad que entraña la resolución del problema. Se sabe que no todas las personas responden de igual forma a un tratamiento y que cada individuo puede responder de forma distinta a un mismo tratamiento realizado en diferentes momentos de su vida. Cualquier actuación terapéutica tiene que ser multidisciplinaria.

Los posibles tratamientos pueden resumirse así: dietas hipocalóricas (que representen el eje central del tratamiento); ejercicio físico (con el objetivo doble de mantener el tono muscular y aumentar el gasto energético); la psicoterapia (el soporte psicológico es básico en el tratamiento de la obesidad) y los fármacos (dos grandes grupos: los que actúan sobre el sistema nervioso central disminuyendo la sensación de hambre y aumentando el metabolismo basal y los que actúan mediante un ligero efecto saciante, pero que no pueden considerarse como un tratamiento de la obesidad).

No debe olvidarse que el tratamiento farmacológico es una ayuda y que su uso racional puede ser de gran valor. Por último, la cirugía bariática está indicada sólo para obesidades importantes: IMC mayor a 40 kilogramos por metro cuadrado.

Por último, los médicos subrayan que hay que desconfiar de los tratamientos que prometen grandes resultados sin esfuerzo o sin dieta; conviene alejarse de las dietas que prometen rápidas pérdidas de peso, ya que la mayoría de éstas lo hacen a costa del agua corporal y de la masa muscular, y no de la grasa como en realidad debería ser.

Fuente: Consumer

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