Mente Saludable

Domina tu temor a la tercera edad

La vejez no tiene porque ser una experiencia deprimente. No aceptes las limitaciones, el temor a envejecer afectará tu felicidad y la satisfacción de vivirla.

Hace poco pasé un fin de semana con una encantadora pareja que en determinado momento expresó inquietud con respecto al concepto del envejecimiento.

El hombre, mi amigo, parecía especialmente preocupado. He aquí un individuo que había tenido un gran éxito en el mundo financiero y político, pero que se sentía inseguro con respecto a lo que él percibía como la arremetida de la edad.

Instintivamente sentía que la edad no tenía por qué ser una experiencia deprimente inevitable, pero se preguntaba cómo podía revertir o resistir las décadas de teorías respecto al envejecimiento que había digerido mentalmente. Me contó que sus más grandes éxitos en el mundo de los negocios los había obtenido al rehusarse a aceptar la limitación, aun cuando parecía ser inevitable.

¿El secreto de su éxito? Cultivar una estrecha relación con Dios y escuchar espiritualmente la guía divina en sus asuntos comerciales y personales.

Ahora él siente que este humilde enfoque de escuchar la guía de Dios también puede ayudarlo a enfrentar el envejecimiento.

Mi amigo no está solo en su búsqueda de una nueva perspectiva respecto a la edad. El Dr. Bill Thomas, médico geriatra formado en Harvard, sostiene que la felicidad es una especie de línea recta desde la niñez y aun más allá de los 100 años, y no una “colina” con algún tipo de declinación o reducción del bienestar a medida que pasa el tiempo.

Ashton Applewhite, autora de “This Chair Rocks” [“Esta silla que se mece”] lleva esta idea aún más allá, al decir que es el temor a envejecer lo que parece afectar la felicidad y la satisfacción de la vida.

“Desde la niñez en adelante somos bombardeados por mensajes que nos dicen que es triste ser maduros”, dice ella.

En lugar de incorporar a nuestra consciencia estos mensajes deprimentes, Applewhite sugiere eliminar el temor a envejecer erradicando los estereotipos comúnmente aceptados respecto a la edad.

Según la Científica Cristiana Mary Baker Eddy, quien escribió abundantemente sobre la relación entre la salud y la espiritualidad a fines del siglo XIX y comienzos del XX, lo mismo podría decirse respecto a muchas enfermedades asociadas a la edad. Ella demostró que es el temor a la enfermedad lo que le permite transformarse en un obstáculo para expresar la identidad imperecedera que todos tenemos por reflejar a Dios.

Eddy ofreció una respuesta a nuestras preocupaciones actuales sobre el envejecimiento cuando en 1889 escribió en las Series sobre Ciencia Cristiana: “…si esperáramos un incremento de la utilidad y el vigor en la tercera edad con la misma fe con la que buscamos signos de decrepitud y fealdad, tendríamos seguramente un resultado favorable como consecuencia. La sabiduría agregada de la edad y la experiencia es fortaleza, no debilidad, y debiéramos comprender esto, esperarlo y saber que es así, y luego este resultado aparecería”.

El fundamento de Eddy para esperar que fuéramos capaces de hallar y expresar este resultado favorable es que ella percibía la vida como espiritual, sin comienzo ni fin, como un círculo, a diferencia de la línea recta del punto de vista materialista acerca de la vida que continuamente se nos pide que aceptemos. Comprender este concepto ilimitado acerca de nuestra identidad divina promueve la expresión de vida sin edad.

Una vez que la idea del círculo de la vida es aceptada, se contrarresta naturalmente el temor, y las limitaciones de la edad se superan.

Incluso en la Biblia se menciona que Dios sostiene al hombre sin temor: “Y Jehová va delante de ti; Él estará contigo, no te dejará ni te desamparará; no temas ni te intimides”.

Sé que estas verdades espirituales pueden ayudar a todos —incluso a mis amigos— en la búsqueda de un reconocimiento nuevo y renovado de su identidad espiritual, que es imperecedera e ilimitada.

Fuente: Don Ingwerson

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1 Comment

  • Flora
    Flora
    05/04/2017 at 07:03

    Muy interesante, a vivir la llamada tercera edad haciendo lo que uno quiere y….puede

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